Hoy he decidido regresar a mi antigua esclavitud, a estos tres metros cuadrados de soledad, a mi viejo escritorio y a la máquina de escribir desde la que puedo jugar a la libertad de inventar las historias que se me antojan.
Esas historias en las que amo y mato y torturo a quien se me ocurre, la mayoría de las veces personas con las que tuve que relacionarme acá, en este edificio de solitarios amargados en el que antes me recluía cada seis meses, o allá, en ese país que se ufana de ser libre y de vivir en libertad, y que sin embargo, está repleto de imposiciones, leyes, prohibiciones, impuestos, normas y censuras. He vuelto para jubilarme acá, hastiada, agotada, vencida. Decepcionada de mí.
A fin de cuentas, no supe qué hacer con la libertad que tanto había anhelado. La desperdicié a veces, hasta transformarla en libertinaje, y la coarté en ocasiones, hasta llegar al extremo de pedir a gritos un manual que me dijera qué hacer, cómo hacerlo, a quién obedecer, a quién amar y a quién odiar y a quién seguir. Imploré para que me regalaran un dios, unos mandamientos, un bien y un mal, un paraíso y un infierno. No fui capaz de construir mi propio sistema moral. Y no lo fui, en esencia, porque comprendí que un asunto era la teoría, y otro, la práctica. La teoría era aire. La práctica, cargar con el peso y la responsabilidad de la libertad.
Y cuando quise ser Raskolnikov para asesinar a una vieja usurera, que en mi caso era un señor que traficaba con sus propias hijas, me paralicé. Lo tuve a un metro. Lo encañoné mientras dormía. Halé del gatillo, pero en el momento de disparar, sentí pánico. Quizá fue que lo vi muy indefenso, y sentí que sería de cobardes masacrar a alguien en semejante estado, pero eso de la indefensión del viejo no era más que una justificación. Lo fue. Por supuesto que lo fue. “A su freno le llaman virtud, pero es cobardía”, como decía un filósofo. Yo me largué esa noche y me perdí en una orgía de licores y drogas y lo que se me presentara.
Y esa noche fueron varias noches, pues no podía dejar que el juicio me alcanzara, porque el juicio sería tener que admitir que no fui capaz, que fui cobarde con la cobardía que me legaron los manuales, los mandamientos, dios, y las leyes de los hombres, también. Hoy lo sé. Hoy sé también que la libertad es una utopía, y que sólo con mi destartalada máquina de escribir podré llegar a ella. Sólo ahí lo puedo todo. Sólo ahí podré matar a ese viejo que traficaba con sus dos hijas.
Fernando Araújo Vélez, escritor y periodista, es el editor cultural de El Espectador de Colombia. Este texto se publicó en la su columna “El caminante” de la edición dominical del periódico.
faraujo@elespectador.com
No he podido saber si el Fernando Araujo que escribe en el Espectador, es el mismo que secuestraron ò es otro distinto. Quisiera saber quièn es?. Ademàs, lo que escribe en el Espectador es como una novela, donde cada escrito es una parte de una novela?. Pareciera, que sus escritos son como una secuencia de una novela, pues no he podido entender el mensaje.
Estimada Estefanía, Fernando Araújo Vélez nos ha hecho llegar esta respuesta para ti:
Buen día. Gracias por sus comentarios. Pues la verdad, no soy el exministro, y tengo muchas anécdotas divertidas al respecto, comenzando porque un día me enviaron flores a su nombre. En fin, él es Perdomo, y yo, Vélez. Los caminantes de los que usted hablaba son independientes, aunque me parece una muy buena idea sentarme un día a ordenarlos para ver qué sale. Muchas gracias por su sugerencia, y un gran saludo.
Fernando Araújo Vélez
Hola Estefanía, haremos la consulta y te respondemos a la brevedad.
saludos
Ya veo que ud es de aquellos que se han safado de las máscaras máscaras que impone la sociedad.yo apenas lo estoy haciendo.tus lecturas me traen Muchas reflexiones y certezas.
Hola me gustaría conocer libros de Fernando Araujo y en el mejor de los casos recibir recomendaciones, gracias de antemano.
Su columna semanal leída a cualquier momento y tiempo es un despertar de los que hemos desperdiciado la vida ( cuantos ) ,donde justificamos nuestros miedos y nos escondemos en la posibilidad perdida de enmendarla hacia futuro , es algo que necesitamos para no responsabilizarnos absolutamente de nada . Felicitaciones espero comprar sus libros para seguir en ese deleite filosófico mentiroso.
Tengo una duda, aunque un poco personal de Fernando Araujo, èl en que se basa para copiar los textos y por que la mayoria de veces los termina en continuara… Que siempre lo deja a uno intrigado de lo que pasarà.
Muchas gracias, por favor si me puedes responder.