El escritor uruguayo Daniel Mella conversó con el escritor mexicano Mario Bellatin, entrevista que se publicó en la edición del 1 de Octubre de 2012 en el suplemento “El Cultural” de El País de Uruguay.Creemos que a pesar de los meses que han transcurrido, vale la pena leerla.
Fue el secreto mejor guardado en la literatura de habla hispana. Hoy, su leyenda lo inunda todo. Imposible no enterarse, antes que nada, de que nació sin el brazo derecho (gracias a la famosa Talidomida) o del episodio mil veces mentado sobre el día que se cansó de llevar una prótesis y en uno de sus viajes a la India la arrojó al Ganges. También del hecho de que lleva publicados tantos libros y en tantas editoriales distintas que hasta ahora ha sido imposible reunirlos. Mario Bellatin (1960) estuvo en Montevideo para presentar Una diversión extranjera (HUM Editores), reedición de tres de sus textos en un solo volumen. Antes de su llegada, accedió a una entrevista vía e-mail.
NOVELAS Y AUTORES.
-Estos tres textos corresponden a tres libros distintos.
-Siempre estoy escribiendo textos muy distintos entre sí. De pronto, en cierto momento, advierto que tal vez uno se puede enlazar con otro, y allí comienza el verdadero trabajo del escritor: desescribir para que aparezca un texto más o menos convincente. Por eso los textos que se presentan en este libro han sido realizados en distintas circunstancias, en medio de la confusión propia de la misma escritura.
-¿Sos consciente de lo mucho que se habla de vos? ¿Qué reflexión te merecen los comentarios acerca de que sos uno de los últimos escritores de culto, que tus estudios académicos han influido grandemente en tu escritura y que sos un autor experimental?
-No, no soy consciente. Ni lo sé ni quisiera saberlo. O quizá sí, únicamente porque eso me serviría como una suerte de garantía social para seguir escribiendo, para quitarme la culpa de pasar la vida dedicado a algo que no tiene mucho sentido. Culpa que me suele torturar y que a veces logro aminorar pagando a tiempo el recibo del agua, después de hacer una cola más o menos larga. Nadie sabe a ciencia cierta qué es un escritor de culto. Todos mis estudios académicos quedaron truncos -lo que me interesó siempre de las universidades fueron los pasillos- y lo experimental fue un movimiento que ciertos escritores llevaron a cabo durante el siglo XX.
-¿Cómo es tu relación con los editores y las editoriales? ¿Te molesta que tu obra se encuentra desperdigada?
-Está toda desperdigada, y cada cierto tiempo hago ciertos esfuerzos por buscarle cierto tipo de orden. Uno de ellos es publicando Obras Reunidas y llevando a cabo el proyecto Los cien mil libros de Bellatin, donde trato de recuperar mis textos publicados, editarlos en un formato determinado, y convivir con ellos para hacer con los volúmenes de mi obra lo que me parezca. He cambiado también de agente, con la esperanza de que alguien se haga cargo de tantos libros que incluso he olvidado que existen. También se ha dado el caso de haberme encontrado con editores que son unos ladrones disfrazados de promotores de la cultura, como es el caso de (editor inmencionable) y de (editora inmencionable), las personas más ruines que conozco.
-¿Hay alguien a quien puedas llamar tu maestro en lo literario?
-Muchos, muchísimos, y no sólo literarios sino del arte en un sentido más amplio, y también místicos de todos los tiempos. Pero muchas veces no son sus obras sino sus vidas, su entrega a una idea, lo que tomo de ellos. Y me suena extraño decir eso, porque siempre trato de enfrentarme a las obras separándolas de sus creadores, pero la pregunta hablaba de ejemplos a seguir.
-Cuando decís que tratás de separar a las obras de sus creadores, ¿va por el lado de no juzgar al creador por la vida que llevó, por el de considerar que la obra de alguien es lo mejor de sí mismo, por el de creer o saber que quien ejecuta la obra no es necesariamente el mismo que vive la vida? ¿Sentís una separación entre quien sos y quien escribe?
-No, no, no…. Quiero decir que cada obra tiene un valor propio, independiente incluso de su propio autor… Por eso suelo pensar en obras, no en autores…. Para poner un ejemplo sencillo -que no publiques por favor- considerar (novela famosa) una gran obra no hace que necesariamente me comprometa con (autor superfamoso) y deba bancarme por eso, por ejemplo, sus (libros tristemente menores de autor superfamoso). No sé por qué me dices que un filósofo debe llevar una vida recta y un escritor hacer lo que quiera, eso jamás se me ha ocurrido. Yo disfruto, aprecio, admiro obras, no autores.
ESCRITOR MEXICANO.
-¿Te has presentado a algún concurso literario?
-Nunca, jamás. La escritura no es competencia. Recuerdo la malhadada mañana en que una editorial corrupta -respetada por la mayoría- me llamó para ofrecerme un premio al cual nunca obviamente me había presentado. Fue grande el coraje que me produjo la sola propuesta. Imagínate, tantas personas inocentes confiando en esos maleantes y enviando sus manuscritos de manera ingenua, guiados quizá por la idea de que literatura es una suerte de carrera entre escritores.
-¿Es verdad que estudiaste teología? ¿Qué rescatás de esa época? ¿Te sigue interesando? ¿Sos creyente? ¿Qué preguntas te hacés si es que te hacés preguntas?
-Estudié pre-teología, que suena más extraño todavía. En la época que yo estudiaba, en las universidades había un método que consistía en que estudiases la carrera que fuera, te obligaban a estudiar una secundaria más rigurosa y absurda todavía. Si querías estudiar lengua, por ejemplo, te obligaban a seguir cursos de física cuántica dos años antes de llegar a tu especialidad. El único lugar donde esto no existía era en la Facultad de Teología de Lima, donde se estudiaba primero Humanidades antes de entrar a Teología. Yo hice esos primeros años y después me fui a estudiar cine. Como ya desde esa época escribía era una especie de alumno privilegiado porque no contaba con la carga de mis compañeros de qué hacer después con esos estudios, cómo hacer de ese conocimiento un futuro medio de vida. Para mí todo era visto como posible material o método de escritura. No sé si creo en Dios, pero he llegado a la conclusión de que es más bonito creer que sí. Tanto para lo bueno como para lo malo.
-Hablame de una cima de tu experiencia como lector.
-Eso me pasaba antes. Cuando leía. Ahora me especializo en comienzos de libros. Una cima creo que es la escena cuando Natasha Filipovna deja que el dinero se queme en el fuego de la chimenea. O para hablar de los uruguayos muertos, la escena inicial de La vida breve, con los diálogos entrecruzados entre la pareja donde la mujer ha perdido el seno y la conversación del departamento vecino.
-Hablame de un valle de tu experiencia como lector.
-El alivio que nos puede causar la existencia de Bouvard y Pecuchet.
-Mexicano, peruano, escritor, artista, ¿por dónde corre tu sentido de identidad? ¿Por dónde no corre?
-Escritor mexicano. Algo te debe identificar. Nada de peruano ni artista.
-¿Dónde y de qué vivís?
-Vivo en el pleno centro de una de las ciudades más pobladas del mundo. De broma -mala, por cierto- digo que vivo del qué dirán, pero en la realidad lo hago de lo que escribo. Por supuesto no del cheque mensual que me pasa alguna editorial por el pago de regalías.
-¿Cómo viviste el fenómeno editorial Bolaño?
-Me tocó cuando ya estaba yo viejo. Mi escritura ya estaba en hilván, por lo que pude verlo como un fenómeno curioso de alguien que no hizo lo que su generación lo obligaba a ser: un narrador mediocre como casi todos sus contemporáneos de esta parte del mundo.
-¿Hay alguna zona (mítica) de tu vida de la que tu escritura tienda a alimentarse?
-Quizá el vacío. La existencia de un vacío plagado del horror verdadero.
-¿Por qué tu último libro se llama El libro uruguayo de los muertos?
-Para que me hagan la pregunta. Otro poco para molestar. Quizá también como una forma de demostrar lo milagrosa que me parece buena parte de la literatura uruguaya, y porque cuando en el libro se menciona el asunto ya estamos todos sumergidos -escritura, autor, lector- en uno de los puntos más irreales de la ficción.
-¿Qué te parece el fenómeno de las descargas gratis en internet, los derechos de autor, el creative commons y el copyleft, etc.?
-Me parecen misterios sin resolver, pero creo saber a ciencia cierta que como están hechas las cosas hoy está todo mal. Espero un pronto borrón y cuenta nueva, necesarios. Que se vuelvan a nombrar cosas que parecen obvias como, por ejemplo, derechos de autor. ¿Crees que alguien tiene la más remota idea de qué es eso?
-¿Qué estás haciendo ahora? ¿Dónde estás? ¿Qué se ve desde ahí?
-Estoy reemplazando las cosas que me acaban de robar en Documenta-Kassel, terminando de editar un largo que acabo de dirigir, preparándome para ser alumno nuevamente después de 20 años, con un performancero chicano que me imagino que me dirá qué hacer -puede sonar pedante pero puede ser insoportable pasarse la vida tomando todas las decisiones- y al mismo tiempo en ese taller probaré si soy capaz de desarrollar cierto sentido gregario -esa incapacidad la comprobé ahora que tuve que hacer la película dirigiendo a un grupo de más de cuarenta personas-.
QUÉ EXTRAÑA ES LA GENTE.
El día después, le contesto agradeciéndole por las respuestas, agregando que me había provocado una curiosidad espantosa el tema de los editores inmencionables y le pedí que me ilustrase un poco más al respecto. También quería saber más de lo de la editorial que le había ofrecido un premio. ¿Qué editorial era? ¿Cuándo había ocurrido eso? Y el taller que iba a hacer con el performancero chicano, ¿de qué iba? ¿Y qué le habían robado en Documenta..? Cerré preguntándole si venía a Montevideo para la feria, cosa de la que todavía no me había enterado.
Respondió el mismo día:
-Qué bueno que te haya parecido interesante. Esos dos personajes tienen montados sus negocios editoriales llenos de trampas y ardides en contra de sus propios autores. Muestran una codicia desenfrenada, que busca preservar un patrimonio que terminará siendo comido por los gusanos. No creo que tenga sentido decir el nombre de la editorial porque casi todas las que cuentan con un concurso operan de la misma manera. El taller lo haré como una suerte de terapia de descanso. Quiero probarme a mí mismo si soy capaz de funcionar a nivel gregario y si puedo sacar adelante un proyecto ajeno. Mientras transmitía una película que acabo de dirigir, alguien se llevó mi bolso con mi computadora y una serie de materiales de trabajo. Iré a la Feria de Montevideo. Tengo mucho entusiasmo de regresar a una ciudad que conocí teniendo como guía a mi amigo Fogwill. La nostalgia en un ambiente de nostalgia.
Saludos. Y ya lo dije pero igual las alusiones a (editores inmencionables) pueden estar fuera de lugar.
El mismo día:
-Ah, muchas gracias. A veces hay cosas que publicadas en la prensa toman otra fuerza o se vuelven temas centrales cuando en realidad no lo son. Eso, las obras son las obras. Los autores dios.
-Te mando la nota antes de entregarla, para ver si hay algo que quieras agregar o prefieras sustraer. Me gusta que el entrevistado participe del armado del texto. Una vez un entrevistado, periodista, me reprendió diciendo que no lo consideraba ético, pero no elaboró sobre el tema y yo no le pregunté qué quería decir.
-Como tú decidas. Qué extraña es la gente, dándole importancia a tonterías. Por si acaso, los autores no son dios, sino dios sabe.
El 15 de agosto le mandé el borrador de la entrevista. Le dije que cambiara lo que quisiera, que lo tomara como si fuera un texto suyo, y tres horas más tarde pone:
-Hola Daniel. Estoy leyendo. Antes de olvidarme, por favor quitar lo de la Talidomida -pues precisamente ese es un gran misterio, pienso contar cuando conocí nada menos que en Munster al inventor de la Talidomida- quien es, junto al descubridor de sus daños, el único capaz de dictaminar de manera oficial un caso- y me dijo que en realidad yo era un mutante. Sigo leyendo…
Y un minuto después:
-Está bien así. No dice nada, es lo mejor.
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