Un cuento al día mientras dure la cuarentena.
Durante la mañana de cada uno de los días que dure la cuarentena, publicaremos en nuestra web Libreriodelaplata.com y con la complicidad de sus autores y/o editores, un cuento.
Editoriales como Alfaguara, Candaya, Contraseña, Edicions del Periscopi Errata Naturae, Impedimenta, Jekyll& Jill, La Navaja Suiza, Las afueras, Libros del Asteroide, Literatura Random House, Males Herbes Minúscula, Nórdica Páginas de Espuma Periférica, Raig Verd, Rata_Books, Salto de Página, Sexto Piso y Tránsito ya forman parte de la propuesta, así que de todas ellas podremos leer relatos.
A quedarse en casa, cuidarnos mucho y leer, tejiendo esta gran red.
‘El señor Zorro’ de Angela Carter
(Inglaterra)

Lady Mary era joven, y lady Mary era bella. Tenía dos hermanos y más enamorados de los que podía contar. Pero, de todos ellos, el más valiente y el más apuesto era un tal señor Zorro, a quien conoció en cierta ocasión en la hacienda de su padre. Nadie sabía quién era el señor Zorro, pero indudablemente era valiente, por no hablar de rico, y de entre todos sus enamorados, lady Mary solo tenía ojos para él. Por fin, llegaron al acuerdo de que debían casarse. Lady Mary le preguntó al señor Zorro dónde iban a vivir, y él le describió su castillo, y le dijo dónde estaba, pero —cosa extraña— no le preguntó a ella, ni tampoco a sus hermanos, si querían pasarse a verlo.
Así que un día, cuando se aproximaba la fecha de la boda, mientras sus hermanos estaban fuera y el señor Zorro había salido un día o dos en viaje de negocios —según dijo—, lady Mary se puso en camino hacia el castillo de su prometido. Después de muchas vueltas, consiguió dar con él: era un edificio hermoso, imponente, con altas murallas y un foso profundo. Cuando llegó al portón de entrada, vio que había una inscripción sobre él:
Sed osados, sed osados.
Como la puerta estaba abierta, se coló en el interior del recinto, pero no se encontró con nadie. Entonces, se acercó al portal y vio sobre él otra inscripción:
Sed osados, sed osados, pero no demasiado osados.
A pesar de todo, continuó avanzando hasta llegar al zaguán. Subió las amplias escalinatas hasta que se encontró junto a una puerta que había en la galería, sobre la que había escrito lo siguiente:
Sed osados, sed osados, pero no demasiado osados,
pues, si no, la sangre se os puede helar en el corazón.
Pero lady Mary, que era valiente de verdad, abrió la puerta, ¿y qué creéis que vio? Pues cadáveres y esqueletos de bellas damas cubiertos de sangre. Por eso, lady Mary pensó que había llegado la hora de salir de aquel lugar horrendo, cerró la puerta y salió cruzando la galería, y justo cuando estaba bajando las escalinatas, a punto de llegar al zaguán, imaginaos a quién vio por la ventana: no era otro que el señor Zorro, que estaba en el portón de entrada y llevaba arrastrando a una bella damisela, a la que intentaba conducir hasta la puerta del castillo. Lady Mary se lanzó escaleras abajo y tuvo el tiempo justo para esconderse tras un tonel, antes de que el señor Zorro se presentara allí con la pobre damisela, que parecía haberse desmayado. El señor Zorro se acercó adonde se encontraba lady Mary, y en ese mismo instante reparó en un anillo de diamantes que centelleaba en el dedo de la damisela que llevaba a rastras, y se lo intentó quitar. Pero estaba muy apretado y no salía, así que el señor Zorro se puso a maldecir y a soltar juramentos, desenvainó la espada, la levantó en el aire y la dejó caer sobre la mano de la pobre joven. La hoja le cercenó la mano, que saltó por los aires, y fue a parar nada menos que al regazo de lady Mary. El señor Zorro miró en derredor brevemente, pero no pensó en mirar detrás del tonel, así que al final cogió a la joven y volvió a arrastrarla, esta vez escaleras arriba, en dirección a la Cámara Sangrienta.
En cuanto lo oyó cruzar la galería, lady Mary salió con sigilo del edificio, llegó hasta el portón de entrada y se fue corriendo a casa, apretando el paso todo lo que pudo.
Y hete aquí que ese mismo día había de firmarse el contrato matrimonial entre lady Mary y el señor Zorro, y antes del acto se había programado un espléndido desayuno. Cuando el señor Zorro se hubo sentado a la mesa enfrente de lady Mary, la miró.
—¡Qué pálida estás esta mañana, querida mía!
—Sí —respondió ella—. No he logrado dormir bien esta noche. He tenido unas pesadillas horrorosas.
—Los sueños significan siempre lo contrario —dijo el señor Zorro—, pero cuéntanos ese sueño que has tenido, y así tu dulce voz nos hará más ameno el rato que queda hasta que llegue el feliz momento.
—Soñé —dijo lady Mary— que ayer, muy de mañana, partí en busca de tu castillo, y que lo hallé en mitad del bosque, rodeado de altos muros y de un foso profundo, y que sobre el portón de entrada había escrito:
Sed osados, sed osados.
—Pero no es así, ni tampoco fue así —dijo el señor Zorro.
—Y cuando llegué al portal de entrada al edificio, vi que sobre él también había una inscripción:
Sed osados, sed osados, pero no demasiado osados.
—No es así, ni tampoco fue así —dijo el señor Zorro.
—Y a continuación subí las escalinatas, y llegué a una galería, al final de la cual había una puerta, sobre la que había escrito lo siguiente:
Sed osados, sed osados, pero no demasiado osados,
pues, si no, la sangre se os puede helar en el corazón.
—No es así, ni tampoco fue así —dijo el señor Zorro.
—Y luego… pues abrí la puerta y vi que la habitación estaba llena de cadáveres y esqueletos de pobres mujeres, todas muertas y cubiertas de sangre.
—No es así, ni tampoco fue así. Y Dios no quiera que sea así nunca —dijo el señor Zorro.
—Luego soñé que huía despavorida escaleras abajo, y que atravesaba la galería, y justo cuando estaba bajando te veía, señor Zorro, subiendo desde la puerta del zaguán, y llevabas a rastras a una pobre joven, una damisela rica y hermosa.
—No es así, ni tampoco fue así. Y Dios no permita que sea así nunca —dijo el señor Zorro.
—Me lancé despavorida escaleras abajo, y apenas tuve tiempo de esconderme detrás de un tonel cuando tú, señor Zorro, entraste arrastrando del brazo a la joven dama. Y cuando pasaste por delante de mí, señor Zorro, me dio la impresión de que intentabas quitarle el anillo de diamantes que llevaba en el dedo, y como no lo conseguiste, señor Zorro, te vi en mi sueño sacar la espada y cortarle la mano de un solo tajo a la joven, para quitarle el anillo.
—No es así, ni tampoco fue así. Y Dios no quiera que sea así nunca —dijo el señor Zorro, y cuando se estaba levantando del asiento para añadir algo más, lady Mary exclamó:
—Pero es así, y también fue así. Aquí están la mano y el anillo como prueba de ello.
Y al decir esto, se sacó la mano de la dama de debajo del vestido para señalar con ella al señor Zorro.
Inmediatamente, sus hermanos y amigos desenvainaron sus espadas e hicieron pedazos al señor Zorro.
De Cuentos de hadas de Angela Carter, con traducción de Consuelo Rubio Alcover.
Publicado por gentileza de Editorial Impedimenta.
Círculo de lectores confinados
- Día 1: ‘La señora Rapin’, de Eduardo Berti
- Día 2: ‘El trabajo de los ojos’, Mercedes Halfon
- Día 3: ‘Bosc’/’Bosque’ de Natàlia Cerezo
- Día 4: ‘Oxitocina’, de Miguel Serrano Larraz
- Día 5: ‘El señor Zorro’ de Angela Carter
- Día 6: ‘Álbum’ de Alberto Chimal
- Día 7: ‘Gótico’ de Ali Smith
- Día 8: ‘Sofía’ de Laura Ferrero
- Día 9: ‘La pared del costado’ de Santiago Navrátil
- Día 10: ‘El terrícola’ de Yuri Herrera
- Día 11: ‘La niña gorda’, de Marie Luise Kaschnitz
- Día 12: ‘Mi verdadero yo’ de Shirley Jackson
- Día 13: ‘Fábula del tiempo’ de Juan Gómez Bárcena
- Día 14: ‘Cosas de niños’ de David Wagner
- Día 15: ‘Una dulce ancianita’ de Belén Rubiano
Mi abuela, una mujer muy sabio y con una larga descendencia, siempre decía a sus nietas que no nos casáramos enamoradas.
– Quan la febre passa, pot ser que et trobis casada amb una bona persona, però també podria ser que fos un burro. No costa gens esperar fins que vegis les coses tal com són
A lady Mary la venda le cayó antes y la fiebre remitió de golpe. Por suerte fue osada.
Hay que colocarse en la tesitura adecuada para apreciar este cuento. A mí me ha dejado indiferente al principio. Entiendo que el valor está en que un personaje femenino, en la epoca a la que nos traslada y en un entorno rural tenga la astucia y valentía que describe el cuento. No conocía a la autora.
Creo que como dice Carme hay que leerlo más de una vez para poder sacarle el jugo que el relato tiene.
Por un lado, siempre hemos asociado la astucia al zorro, sin embargo en el cuento es Lady Mary la más astuta. También el recurso de narrar a través de un sueño, además del caracter psicoanalístico la protege para no delatarse como testigo.
Y respecto de la mano cortada que mantiene el anillo de pedida, me recuerda un relato de Patricia Highsmith incluido en sus ‘Cuentos misóginos’ y que precisamente se llama ‘La mano’.
Me ha gustado esa estructura repetitiva que utilizan los cuentos clásicos, una manera de que el mensaje llegara al oyente. Como los buenos cuentos tiene tiene mucho jugo, como dice Cecilia. Habrá que releerlo con atención y ¿quién sabe que encontraremos? Pero lo que está claro es que hay una clara advertencia.
Com deia l’avia de la Rosa, compte casar-se enamorada¡ en deixar-se enlluernar pels senyor Zorro de torn, que esdevindrà un Barba-Blau.
Me parece que el cuento bebe en la tradición, pero se aleja de ella. La fuente, quizás sea la misma de Barba Azul (Perrault), como también algunos elementos ( aquí la llave se trastoca en las advertencias de los frontispicios, los hermanos…), pero la posición de la mujer me parece más central y los valores que representa más decidos. Aquí, a diferencia, la mujer no recurre con inteligencia y creatividad a astucias para demorar el fin que le aguarda ( vestirse de novia por última vez, seguir contando hasta mil o un cuentos;…), aquí se adentra ella sola contra toda advertencia, contra toda norma y eso es sencillamente valentía.
Saludos
Muchísimas gracias, querida Cecilia, queridos amigos del Librerío de la Plata, por haber elegido este cuento para vuestro Círculo de Lectores Confinados. ¡Qué gran lujo!
Puedo decir, como editor de este libro, del que llevamos seis ediciones ya, que se trata de mi relato preferido de los que Angela Carter recopiló para la editorial Virago en 1990, y que nosotros recuperamos en nuestra edición. Por su ritmo poderoso, casi hipnótico, y por la fuerza y la sencillez casi mágica de su catártico final. Es un relato perfecto, sin moralina, parece que se dirige como una flecha a su objetivo.
Nos encanta que hayáis rescatado este cuento para todos vuestros lectores y lectoras. ¡Mucho éxito!
Enrique Redel
IMPEDIMENTA
Querido Enrique, te agradecemos a ti y al equipo de Impedimenta el apoyo que desde el inicio habéis dado al Librerío.
Tú sabes cómo nos gustan los cuentos de Angela Carter, ¡cómo no iba a estar, entonces!
un abrazo fuerte de Cecilia
El triunfo de la astucia y la inteligencia frente a la fuerza.
Me ha encantado el consejo de la abuela de Rosa; sin duda tenemos que dejar de lado esa idea idealizada del ” príncipe azul” que nos venden .